miércoles, 17 de junio de 2009

Cambio de frente para GOL


El tiempo pasa rápido, tan rápido que nos apura y la cotidianidad nos aplasta la cabeza. Nos abomba y no nos permite mirar para atrás ni para los costados.

Solo podemos ver para adelante. Pero es un adelante como el que observa el caballo que mueve el carro de una familia humilde que se las rebusca cartoneando. Un adelante con los cueros circulares a los costados de los ojos, confuso, sesgado y oscuro.

Y ese adelante nos permite recordar algunas pocas cosas de las que vamos dejando en el camino. Hechos, emociones, saberes, tristezas y alegrías que rápidamente parecen quedar lejanos, distantes, irrecuperables y anacrónicos a nuestros próximos pasos. Ligereza torpe al caminar que nos paraliza, nos deshistoriza y no tenemos rumbo.

Nos sentimos cómodos de pasar por la tierra sin dejar una huella, una marca, un recuerdo. Y no un recuerdo individual, mezquino y egocéntrico. Sino huellas colectivas, que nos marquen como generación, como jóvenes, como pueblo.

No nos horrorizamos ante la idea de que seremos para la historia una generación que pasó y solo pasó por la tierra. Y no de esas generaciones que paran la pelota, ponen un cambio de frente y después de un cabezazo perfecto al ángulo, al rincón donde duermen las arañas… GRITA GOL.

Somos un partido de sábado sin goles, de dos equipos que rondan la mitad de la tabla y sin tribuna visitante... ABURRIDO.

Pero vamos arrancando. Porque no somos idiotas. Porque nos aburren los partidos aburridos y soñamos con debutar en primera. Porque nos pondría la piel de gallina entrar a un estadio y que un pueblo (nuestro pueblo) sienta, sufra, llore y cante al compás de cada enganche que metemos.

Porque estamos vivos y caminamos. Caminamos por una vereda rota de una calle de La Plata y pateando una lata aplastada de gaseosa, imaginamos ese partido soñado. Y cuando levantamos la mirada para gritar el gol nos encontramos con las rejas de una casa. Una casa rara, rota y con paredes agujereadas como un colador de fideos.

Asomamos la cabeza e intentamos mirar por el agujero más grande, el que está en el medio de la pared. En la puerta hay un cartel cuadrado, chiquito que dice “Casa Mariani – Teruggi”. Es un pedazo de historia en el medio de la vereda. Un testimonio impresionante.

Es la casa en la que vivían Daniel Mariani y Diana Teruggi. Es la casa en donde también un comando encabezado por el represorforroconchasumadre de Camps mató a Diana y a 4 compañeros de militancia. Un comando que plantó los tanques en el medio de una calle de la ciudad y sin descaro ni reparo dio con balas y bombas a la casa. Balas, hasta llevarse consigo las cinco vidas y secuestrar a la hija de 3 meses de Diana. La casa sigue ahí, intacta.Un anacronismo en pleno calle 30 entre 55 y 56, en el medio de la ciudad.

Pateamos la latita como sacando la pelota del fondo de la red, después de que el rival nos hizo un gol que definió el partido y por un momento nos revienta la cabeza de la bronca. Pero nos detenemos un segundo y descubrimos que en la casa no solo se puede ver el final trágico. Podemos ver a esos jóvenes, niños, adolescentes de 26, 25, 28 años. Estudiantes de arquitectura, letras, medicina.

Los vemos reírse, jugar con la nena, cocinar rico. Los vemos en la imprenta oculta que tenían en el fondo de la casa, rompiendo el aislamiento, volviendo a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad, derrotando el terror y haciendo circular la información. Los vemos comunes, jugando a la pelota, aprobando y desaprobando materias, pegándole a la puerta porque un amor los dejó, besando con pasión por otro amor que llegó.

Comunes, pero con la diferencia de que ellos SÍ metían el cambio de frente, cabeceaban bonito y la clavaban en el ángulo. Y después de agarrar la pelota para llevarla al medio de la cancha, les gritaban el gol de frente a los personeros del horror, les sonreían en la cara y les escupían un ojo.

Nos vamos de la casa camino a quien sabe donde, pero seguros de que ese cacho de historia nos devolvió las esperanzas y las ganas de salir de ese vestuario de caras largas. Salir a cagarlos a goles en un glorioso segundo tiempo. Seguros de que nuestro partido no será un partido aburrido y quedará en la historia, en los libros y manuales del fútbol.

2 comentarios:

  1. Laucha, es una buena nota. Se ven varias cosas: la militancia no es lo único tuyo, para empezar, y el sello de la Facu: el estilo directo (tributo a Arlt) que promovue la cátedra de Malarro. Oraciones cortas y al pie.

    Yo la cortaría en dos, metiendo subtítulo, y pondría un título menos poético. Ojo con el lunfardo y las "malas palabras", suenan mucho más chocante por escrito que oralmente. Y separá párrafos con una línea, porque en internet es difícil leer y se necesita mucho aire para no sentirse asfixiado y abandonar la nota. Mi humilde aporte.

    Felicitaciones.

    JC.

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  2. laucha esta muy bueno , pero dividilo en parrafos se hace muy "aficciante"

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